Luis Rapozo.- Esa mañana José Antonio, alias “El Cunaguaro” salió bien temprano en un operativo muy temerario para asaltar a los pasajeros de una camioneta atestada de pasajeros que iban a su trabajo. Casi todos los ciudadanos no habían desayunado y presentaban rostros de pocas pulgas, mientras escuchaban las noticias a todo volumen en la radio y era leída por un narrador con su voz educada en años de trabajo, tras un micrófono.
De repente, al lado del chófer apareció el rostro pálido, amarillento del Cunaguaro; bajo una desteñida gorra de los yankis de Nueva York y con una voz de hambre, que daba lástima, pidiendo la atención de los pasajeros e informando que estaba atracando y que por favor colaboraran en el procedimiento para que nadie resultara con un balazo en el fundillo.
El momento parecía un squetch de Radio Rochela, que rápidamente se convirtió en tragedia porque el Cunaguaro con su mano metida en una chaqueta de esas que tienen capucha, apuntaba un tumulto que tenía en su bolsillo en forma amenazadora e insistía en meterle un tiro “…al primero que se pusiera cómico”.
Una abuelita septuagenaria que se parece a la mamá de Memín y se encontraba sentada en el primer puesto, le dio un empujón tan fuerte al Cunaguaro que lo estrelló de espaldas contra el panel del control de la camioneta e inmediatamente, sin que nadie pensara, se le abalanzaron encima y lo sometieron entre golpes, arañazos, patadas y unos tres golpes de peso pesado, que dejaron al pálido Cunaguaro más nervioso que mono comiendo espinas, aturdido con la pela que le estaban dando.
Inmediatamente, el chófer se orilló en una acera desolada y entonces, tres hombres que parecían obreros en alguna construcción lo bajaron a golpe limpio a la calle y allí le dieron una de las golpizas más violentas que muy poca gente habrá visto en su vida. Le quitaron los zapatos, la chaqueta, la gorra desteñida y entonces le pusieron la cara tan hinchada a golpes, que el Cunaguaro cambió su rostro pálido en una cara de torta de remolacha.
Este es un caso de la vida real. Casualmente, varios casos se dieron paralelamente a este, en su momento. Y no corrieron con la suerte de El Cunaguaro, pues fueron linchados de una manera atroz.